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Boletín Electrónico
 
13    |    19 de Agosto, 2008

 

 

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del Boletín Nº 13


 

 

Observatorio Chileno de Políticas Educativas
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Crónica de una marcha
:
Testimonio presencial del 8 de Julio, 2008
Marcha no autorizada, desde Plaza Italia hacia Plaza los Héroes en el marco del Paro Nacional convocado por el Colegio de Profesores

(Este artículo nos fue enviado al correo alertaopech@gmail.com por parte de su autora. Con él, inauguramos la nueva sección Movimiento Sociales, destinada precisamente a difundir los escritos de los actores de la educación. Los invitamos a visitar la web: http://www.opech.cl/movisociales.html )

El siguiente testimonio describe los acontecimientos del 08 de junio del 2008, con el objeto de ser presentado como prueba  y denuncia ante los abogados de la defensoría popular.

Parte 1: La marcha desde Plaza Italia hacia la Plaza Los Héroes

10:30   Al llegar a la Plaza Italia veo que ya se han congregado varias personas. Mis Co-madres Lorena e Isabel (de nuestro Colegio Raimapu de la Florida) y yo nos reunimos al pie del edificio de la Telefónica. Comenzamos a buscar a nuestras hijas e hijos y a los estudiantes que acompañamos. Hay mucha gente, sobre todo jóvenes, pero esta vez se nota que hay un fuerte aumento de adultos. Encontramos a nuestros niños, forman un gran grupo al pie del Teatro Baquedano. Pronto comienza el movimiento, avanzamos con nuestro grupo a sumarnos a la marcha que se inicia. No logramos avanzar 100 metros caminando por la Alameda cuando la gente comienza a correr desesperada por escapar, el aire se llena de humo y todos los que aún no han podido escapar por estar en medio de la marcha... comienzan a ser mojados.

10:35   Los Guanacos (enormes carros lanza aguas con un chorro muy fuerte de agua con químicos) y los zorrillos (carros policiales lanza gases lacrimógenos) dispersan a los manifestantes.

11:05   Aparecen las Tortugas Ninja (Fuerzas Especiales de Carabineros de Chile) llevándose a los primeros manifestantes. Las calles están llenas de micros de carabineros y zorrillos. Al pie del Teatro Baquedano vemos a un grupo de personas que intentan resguardarse del asedio policial, pensando que saliendo de la calle estarían a salvo (la ilegalidad de la marcha se basó en que no se podíamarchar por la Alameda). Sin embargo, vemos como un grupo de carabineros a caballo se meten galopando, a toda velocidad entre el grupo. Nosotras cruzamos hacia la esquina sur de la Alameda, llegan Carabineros sobre enormes caballos haciéndonos señas de que nos retiremos del lugar.

Hay una estudiante desmayada en la calle Vicuña Mackenna, otros manifestantes se acercan a ayudarle, nosotras volvemos hacia la Alameda tratando de ver hacía adonde corrieron nuestros niños.

Desde la esquina vemos un pequeño grupo de gente rodeando algo en el bandejón central, nos acercamos, un profesor ha recibido el chorro de agua a sus pies, cayó y se golpeó fuertemente en la cabeza en la acera. Está rodeado de camarógrafos, pero también de otros profesores que me cuentan que vieron como le tiraron el chorro a propósito a los pies, cuentan que no es el único herido, que hay otros profesores que se han llevado al Parque Forestal... después de un rato llega una ambulancia, seguramente lo llevan a la Posta Central.  Siguen llegando carabineros a caballo, amenazan al pasar muy cerca de nosotros. Vemos gente pasar, todos llorando, los ojos enrojecidos y el aire irrespirable.

Pareciera que todos de alguna manera saben que la idea es llegar igual al punto central de la convocatoria, a la Plaza de los Héroes.

Seguimos buscando a nuestro grupo en el que van nuestras hijas e hijos y los estudiantes de nuestro Colegio y por teléfono nos vamos ubicando para organizarnos a avanzar por distintas calles aledañas tratando de llegar a la Plaza los Héroes. Tengo la sensación de estar desorientada, lentamente vuelve a reestablecerse el tráfico en la Alameda... vuelve a parecer la gente en sus actividades diarias, trato de leer en sus rostros si supieron lo que aquí ocurrió.

En la esquina de Portugal con la Alameda, nos encontramos con un cerco de siete Carabineros de Fuerzas Especiales, al otro de lado de la Alameda vemos otros más en las misma acción filtrante, no dejan pasar a quien tenga cara de estudiante o ande en grupos superiores de 3 personas. Nosotras que somos madres vamos y pasamos, pero la mitad de la gente que caminaba con nosotros queda atrás, trato de ayudarles, pero no tiene sentido, no los dejarían pasar.  

A la altura de la feria artesanal frente al Cerro Santa Lucía nos encontramos con algunos de nuestro grupo, entre ellos nuestras hijas, tenían mucho que contar, habían logrado escapar pero les había llegado muy cerca una bomba lacrimógena, se veían afectadas. A la altura de la calle Prat, encontramos a otra parte del grupo, estaban conversando con los alumnos del Instituto Nacional. Decidimos, ya que ahora éramos un grupo demasiado grande, irnos por Ovalle y salir por calle Dieciocho hacia la Plaza los Héroes. En el paseo Bulnes nos volvemos a encontrar con Lorena, que se había quedado atrás, acompañando al último grupo de los nuestros, ahora seguimos todos juntos caminando y conversando.

11:40  Finalmente logramos llegar a la Plaza los Héroes, vemos un alegre grupo de danza nortina. La gente llega desde distintas direcciones en pequeños grupos, con pancartas; van llegando, van sumando.

Quedamos lejos de los oradores del Colegio de Profesores, por lo que solo en el momento en que comienzan a tirar agua y lacrimógenas nos enteramos que el acto al que fuimos convocados ha terminado. Los zorrillos suben a la plaza, también la caballería: todos corren nuevamente.

Algunos permanecemos en el lugar, somos casi todos adultos los que quedamos al pie del monumento que está en el centro de la plaza. La mayor parte de los estudiantes ha desparecido en las calles que rodean la Plaza. En medio de esta situación aparece un caballero, vestido de viejo pascuero, ahí en medio de la locura... está mojado, pero sigue ahí observando, manifestando su decidido apoyo, siendo testigo silencioso de los hechos... El viejito estaba con los estudiantes, pareciera que lo escucho decir: “dónde está la  ilusión, ahí estoy yo”.

Veo como los carabineros corren tras algunos estudiantes, pero al no poder alcanzarlos se contentan con cualquiera.

Profesores y trabajadores también  siguen ahí, no corren porque no necesitan hacerlo, porque no han hecho nada, ahí entremedio de toda la locura...sin moverse, estoicos... espantados.

A la Plaza que está casi vacía llegan tres músicos, y comienzan a tocar con sus tambores una melodía que me otorgó valor a permanecer.

Llegó más gente a bailar al ritmo básico del derecho a congregación.

Llega la caballería con sus caballos ingleses de dos metros de alto, que usualmente intimidan, tratan de dispersar al grupo, pero es tan evidente la fiesta popular que no tienen otra opción, rodeados de periodistas se ven y se nota el momento en que son llamados a retirarse del lugar.

Otra mujer joven (detenida conmigo más tarde) llega vestida de negro, con la cara pintada de calavera, solo camina por el lugar, en una actuación o performance muy especial. Parecía moverse en cámara lenta entremedio de tanta rapidez que la rodeaba.

Están los músicos, y la gente que baila, mantienen en alto su valor frente a este caos de piedras y de agua ácida que quema los ojos y la cara. Una profesora con un megáfono alienta con sus palabras a exigir el derecho a la libre expresión. Yo me mantengo cerca de los músicos, Isabel, Lorena y los chicos se me perdieron pero tengo la certeza de que están bien, siento que estar y permanecer en esta plaza es importante.

A los pocos minutos llegan las fuerzas especiales con sus micros y sus escudos los zorrillos y los lanza-aguas, entran con toda su furia, no significamos nada para ellos, es lo único que siento.

Parte 2: La detención y la micro

No importa, al parecer, a quien se llevan; la cosa es desbaratar a este grupo que se mantiene alegre a pesar de la locura represiva. Los jóvenes presentes se resisten pero se los llevan igual. Hay una joven de nombre María Paz que es llevada en un acto de injusticia extremo. La había visto durante todo el rato, en el monumento que está en la Plaza, cantado, bailando, con la misma conciencia de los demás presentes, del derecho a estar ahí, y la certeza de que no estaría ahí si no fuera necesario... se la llevan, caminando hacia atrás, la veo tropezarse, le toco la mano, podría ser mi hija, solo tiene 3 años más que la mía. Trato de abrazarla y me golpean con un escudo en las manos. Me quedo atrás, viendo como se la llevan. De pronto, de la nada, aparecen dos carabineros de fuerzas especiales por atrás y me quieren llevar. No entiendo nada, nada. Trato de soltarme, ¡no tienen derecho de llevarme! Finalmente llegan dos más y me agarran de las piernas y así, con el brazo derecho absolutamente inmovilizado, me llevan hasta la micro dónde me dejan caer al suelo lastimando mi espalda que desde siempre ha sido una de mis debilidades.

Al caer me lastimo las manos en el suelo metálico de esa micro, miro hacia arriba y veo un carabinero de pie mirándome hacia abajo, trato de incorporarme sola y me cuesta entender que nuevamente estoy en este lugar.

Soy la última de los detenidos. Nuevamente somos seis en la micro. Mis acompañantes son personas más jóvenes pero muy valientes y muy claras respecto a sus posiciones en esta sociedad. Comienzo desde el más joven: Luis de 13 años, luego Lucho de 15, María Paz de 19, María.... de 20 y Verónica (la artista disfrazada de muerte) de unos 30 años.

Estoy recién incorporándome cuando observo cómo el chofer da una patada a Lucho. La cosa está realmente seria al interior de esta micro. A pesar de toda la brutalidad ninguno de ellos tiene miedo (a excepción quizás de Luis que tiene solo 13 años y recibió fuertes golpes en sus costillas durante su detención).

Logro ubicarme y alcanzo a escuchar que Lucho, frente a esa patada, respondía que ellos no tenían derecho a golpearle, que el sabía que era injusto lo que le sucedía pero que vendría todos los días con tal que sus hijos tuvieran oportunidades; que no por pobres no habrían de poder desarrollarse, teniendo que contentarse con ser pacos rasos (¡que valor!).

Al rato sube un grupo de fuerzas especiales, deben ser como nueve, entre ellos 2 mujeres una de ellas “la Teniente”. Es muy agresiva y ostenta el poder sobre su tropa. Se nota que entre ellos hay varios que portan más humanidad que ella. Algunos de estos, más humanos en su trato, se comportan como “entes conciliadores”, que no titubean en sentarse a mi lado, en buscar la mirada y levantar las cejas, como diciendo: “puchas, que lata que tengamos que pegarles pero es nuestro trabajo... un trabajo respetable como muchos otros...”.

Verónica aún en su personaje y con un coraje envidiable, no para de hablar, de seguir con su dulce voz transparente indicando, preguntado a los carabineros; “¿hasta dónde llegarán?, ¿hasta que muera un niño de estos o un manifestante de estos?, ¿o quizás sus propios hijos?”, “soy la que viene a anunciar lo que viene, esto va sumando, la gente, los jóvenes, están sumando, y tendrán que volver a morir, antes de que se les escuche, y los muertos serán insultados por la ignorancia del neoliberalismo, por la ignorancia que otorga el dinero, por la arrogancia que sustenta la ignorancia, porque todo esto, es un problema de educación... soy la muerte... les aviso.”

Otro carabinero comienza a tomarnos los datos y nos lee nuestros derechos, dejando en claro que todos esos derechos entran en vigencia recién al ingresar a la comisaría... ¡cosa que sucedió 5 horas después de nuestra detención!.

Comienza a desplazarse la micro. Nos llevan a dar varias vueltas. Finalmente llegamos al frontis mismo de la USACH. No demoran en llegar los primeros piedrazos por parte de los universitarios hacia esa micro. Claro, no saben que ya hay detenidos adentro.

Los Carabineros de las Fuerzas Especiales abren una caja de madera que se encuentra al fondo de la micro. Sacan una especie de arma que se parece a una escopeta gorda, y una bolsa con unas veinte vainas, que minutos después supe que eran de gases lacrimógenos. Comienzan a disparar desde la unión superior de la puerta central, juegan a dar en el blanco. Al rato entiendo que el blanco es el cuerpo de los universitarios. Juegan entre ellos indicándose: “más a la izquierda Rodríguez, más hacia la derecha... bien 50 puntos... buenaaaa...”. Yo miro a mis compañeros, en sus ojos leo mil comentarios, guardamos silencio.

Los gases dentro de la micro nos tienen locos, mareados. A Lucho le da un ataque de tos que casi lo deja sin aire... me acerco y trato de calmarlo. Lentamente lo logra y se tranquiliza. Esto sigue así hasta que nos indican que debemos bajarnos de la micro y subir a otro vehículo. Al salir de la micro, la lluvia de piedras sigue y uno de estos proyectiles cae a los pies de María, por suerte no alcanza a golpearla. Al pasar hacia el nuevo vehículo, veo a la gente en la calle, mirando a estos detenidos, a los que le gritan “rápido, rápido”, entrando al nuevo vehículo me doy cuenta por qué le llaman “el carnicero”. “El carnicero” es una especie de calabozo sobre ruedas... siniestro porque no tiene ventanas, es de lata, y los piedrazos y disparos de las lacrimógenas retumban más aún en esa oscuridad.

Parte 3: La tercera Comisaría de Santiago Centro

Nos trasladan después de un rato a la tercera Comisaría de Santiago Centro. Entramos a una especie de gimnasio. Este gimnasio está subdividido por rejas parecidas a las rejas papales pero más rústicas. Forman corrales: ahí en cada corral están los grupos de detenidos. Nos toca el primer corral a la izquierda. Nos sentamos en el suelo que está lleno de escupitajos y algo parecido a piedrecillas negras.

Esta vez no hace frío, y la espera, aunque larga, no se hace tan terrible. Intercambiamos nuestros nombres, teléfonos y e-mails. Se conversa.

Mis compañeros de corral hace rato que me parecen geniales. Ya el puro hecho de haberlos conocido hace que todo valga la pena. Verónica nos cuenta de su detención junto a los mapuches en la manifestación para la libertad de los presos políticos mapuche en marzo; María Paz nos cuenta del Arcis, de sus padres, y que ella no vive en Santiago, sino que viaja diariamente a su casa en San Fernando. Su madre es profesora y sabe lo que pasa en este movimiento, pero no les contará nada: su padre no aprobaría su participación en este movimiento, ya que se ha consagrado de alguna manera a la concertación.

Sigue la espera en nuestro corral. Luis dice tener dolor en las costillas. Lucho nos cuenta que vió cómo Luis recibió fuertes golpes durante la detención; no dirá nada, no solicitará constatar lesiones. Sólo quiere llegar luego a casa y tratar que sus padres no se enteren. No quiere causarles problemas, consciente de que son trabajadores y no pueden perder sus trabajos. Que peso enorme con el que carga, pero al parecer no es una sorpresa para él.

Mis amigas y co-madres Isabel y Lorena nuevamente están afuera. Me van contando por celular lo que ocurre. Son tantas las personas que esperan a su gente detenida, que Carabineros vuelve a dispersar con lacrimógenas.

Llega al corral continuo del nuestro un joven solo. Me acerco y le pregunto de que colegio es y me responde muy asustado: “soy argentino, me vine hace dos meses con mi familia y ahora me llevan a extranjería”. Efectivamente, no pasan 10 minutos y se lo llevan. No tengo idea qué será de él...

No están nuestros aprehensores, por eso los carabineros de la comisaría no nos atienden nunca para ingresarnos. Han pasado horas y seguimos en el limbo legal que permite que la inocencia permanezca detenida por cargos de desorden inexistentes.

Al gimnasio hacen entrar a un grupo de profesoras. Se acercan a nuestro corral, se agachan y recogen algo. Me acerco y les pregunto quiénes son. Me dicen que son profesoras, que al llegar detenidas las llevaron a este mismo corral en que nos encontramos, pero que se negaron primero por no ser culpables de delito alguno y segundo, por que es indigno ser tratadas como animales que se encierra en un corral y botaron la reja. Los carabineros las obligaron a permanecer dentro de las rejas, pero ellas se defendieron y en el forcejeo les rompieron una pulsera con piedrecillas negras, magnéticas, para el reumatismo. Ahora entendemos que también los escupitajos pertenecen a esa pequeña lucha campal que las hizo permanecer castigadas por varias horas en el calabozo de la comisaría.

Mis compañeros hacen una pelota artesanal con una hoja de papel arrugada cubierta por una bolsita de nylon negra. Juegan una especie de futbolito. Al rato separan a los niños de nosotras. Las chicas se ríen. María Paz les dice: ”oh, si, sepárennos, podríamos quedar embarazadas...” (a Lucho y a ella había que mantenerlos callados: demasiada valentía para tanta ira vestida de uniforme verde). Ahora con los dos chicos en el corral de al lado el juego de la pelota se convierte en voleyball.

Ya son más de las cuatro y sigue la espera… no aparecen nuestros aprehensores. Ya de los antes 109 detenidos se han ido unos 40, y los otros ya han pasado por el papeleo, pero nosotros somos los únicos que permanecemos en este corral. Comenzamos a exigir otra explicación más (de todas las que hemos estado pidiendo durante todo el día). Nos pasan a una fila en la que nos atiende alguien de civil, luego nos hacen retornar a nuestro corral.

Ya son las cinco de la tarde y estamos quedando solos. Por fin aunque los aprehensores no llegan nos hacen pasar a la primera de las restantes tres filas. Lenta la fila, tan lenta como la rubia carabinera descendiente de alemana que se enfrenta al teclado. Recién ahora estamos siendo ingresados a la comisaría. Supuestamente a partir de este momento corren nuestros derechos como detenidos.

En ese momento llegan 2 personas del AMDEPA (Asociación Metropolitana de Padres y Apoderados); traen bebidas y pan. Los atajo y les pregunto quienes son. Eran Catalán y Rodríguez con quienes ya había conversado por teléfono y les había enviado mi primera crónica. Me reconocen y yo los reconozco. Hace bien verlos. Tenían sed los cabros, estaban muertos de hambre, estoy segura que al igual que nosotros seis, estaban en ayuna.

Entramos en la segunda fila. Llegan nuestros aprehensores pero hace más de media hora que estamos ingresados en la comisaría y se retiran sin ni siquiera mirarnos.

Nos hacen pasar a la última de las tres filas para que demos por cuarta vez la misma información sobre nosotros, nombre, domicilio, cédula de identidad., colegios, universidades o profesión.

Entramos al último corral con otros que no conocemos. Los tienen ahí porque se han negado a firmar los papeles de la detención. Roberto de la USACH nos informa que no deberíamos firmar la tercera y cuarta hoja ya que contienen los cargos y al firmar los estaríamos confirmando. Le hacemos caso, no firmamos, pero tampoco dejamos en blanco. Esta recomendación proviene de un carabinero que se preocupa de marcar la diferencia entre carabineros y fuerzas especiales, nos dice que son muy distintos, que él nunca ha golpeado a nadie y que sabe que a los de las fuerzas especiales “se les pasa la mano”. Nos indica que si dejamos el espacio en blanco no les costará nada firmar por nosotros, aunque sea con una mosca mal hecha.

 

Escribimos: Me niego a firmar, no acato motivo de detención.

18:00 Salimos libres.

Hemos intercambiado nuestros correos, teléfonos, ideas, sueños, realidades crudas y certeras, nos despedimos de esta pequeña familia de seis que compartimos este día. Por poco Lucho tiene que quedarse adentro por responderle mal al carabinero que le dijo;”firma más rápido, mierda”, ni me dijo lo que le respondió.

Es que el Lucho ya no se quedó callado, es de la generación que le perdió el miedo a la autoridad bruta, así vienen algunos cabros hoy.

Constaté mis lesiones al día siguiente. La doctora que me evaluó describe que se observan contusiones en la espalda, el hombro derecho, en la región lumbar además de lesiones en las manos. Presento la evaluación médica, este y el testimonio anterior a los abogados de los defensores populares. Espero que sirva de algo.

Mis compañeros de detención saben acerca de este testimonio y están dispuestos a prestar sus declaraciones que confirman este relato.

Y que se jodan los que no entienden qué hago yo detenida nuevamente, que irresponsable de mi parte, siendo madre de tres hijos debería estar en casa!

Que muevan sus cabezas los incrédulos, Que se rían los ridículos, Sigue la lucha de clases en Chile y no la quieren ver... El tiempo no añeja las ideas, los ideales no están obsoletos. La maldad está en el poder de los fuertes, los mismos que siempre han regido al país, los mismos que idearon el emblema patrio con la letrita que dice:

Por la razón o la fuerza,

Es evidente que no somos los de la fuerza.

Esta lucha no puede seguir siendo insultada por la ignorancia del neoliberalismo, por la ignorancia que viene con el dinero, por la arrogancia que sustenta la ignorancia, porque todo esto, ES un problema de EDUCACIÓN!

 

¡Que vivan los estudiantes!

Tania Ulloa Cuadra
Madre de tres niños chilenos

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